El estado devorando a sus hijos

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En los próximos días se constituirán las nuevas Cortes Generales, resultado de las elecciones del pasado 20 de diciembre. Todos los grandes partidos en ellas representados son partidarios, aunque con algún matiz, de la actual ley del aborto de 2010. El Tribunal Constitucional aún no se ha manifestado sobre el recurso que los populares presentaron contra la ley socialista. Parece evidente que, salvo milagrosa e impensable sentencia del Constitucional a favor del no nacido, el próximo gobierno, sea del color que sea, mantendrá la política de mirar para otro lado ante los impunes atentados contra la vida de los inocentes no nacidos. Esto no es inocuo. La defensa política y legal del aborto, lejos de ser un avance progresista, mina los fundamentos mismos del Estado y pone en peligro la paz social. ¿Por qué?

El respeto del derecho a la vida en cualquiera de sus fases es la condición que verdaderamente distingue un Estado constitucional democrático de un Estado que no lo es. En un Estado democrático y constitucional la vida ha de ser tutelada, ya que, si no lo fuese, a la larga el Estado no podría cumplir su función de promoción y garantía de la convivencia y paz social. En efecto, es sabido que en el pensamiento moderno se ha buscado una respuesta al problema del fundamento racional del poder soberano del Estado. La dada por Hobbes sostiene que el Estado moderno nace cuando los particulares, para evitar ser «lobos» los unos contra los otros, renuncian al uso de la fuerza para defender su vida y entregan su custodia al Estado, de modo tal que la seguridad de los particulares es enteramente garantizada por aquél a partir de ese momento. Pero si el Estado a quien compete garantizar los derechos fundamentales atenta con sus leyes contra el derecho fundamental a la vida, está minando con ello las bases mismas de su razón de ser. Y, así, se convierte en un Saturno que devora a sus hijos.

Grupo Areópago

 

Comenzamos en marzo. Los números de 2015

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2015 de este blog.

Aquí hay un extracto:

Un tren subterráneo de la ciudad de Nueva York transporta 1.200 personas. Este blog fue visto alrededor de 5.500 veces en 2015. Si fuera un tren de NY, le tomaría cerca de 5 viajes transportar tantas personas.

Haz click para ver el reporte completo.

Hijos tiranos

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Se ha constatado en los últimos años un aumento progresivo de los casos de violencia de hijos adolescentes y  jóvenes hacia sus padres. En 2004 se registraron 5000 denuncias de padres a sus hijos; en 2012, la cifra fue mucho mayor: 9.000 denuncias. Hace unos meses la Unión de Asociaciones Familiares denunció  el «fenómeno creciente» de la violencia filio-parental, al multiplicarse por cuatro las denuncias por esta causa en los últimos cinco años en España.

Cabría preguntarse qué está pasando y cuáles pueden ser las causas de este fenómeno.

La relación de un niño con sus padres va a ser vital para la creación de su propia identidad.  En el establecimiento de esta relación los primeros años de vida van a ser fundamentales. El vínculo que se establece entre madre, padre e hijo determinará su personalidad y cómo se relacionará con el entorno.

Esta relación paterno-filial ha cambiado mucho en los últimos años. El padre/madre autoridad suprema,  que dicta  órdenes y al que su prole les nombra “usted”  ha dejado paso al padre/madre amigo,  más bien colega, que se relaciona con sus hijos como uno más de sus iguales.

Muchos padres y madres  borran diferencias entre ellos y sus hijos pensando que eso crea lazos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Los hijos probaran todo tipo de artimañas con el fin de obtener lo que creen necesitar de sus padres. El relativismo moral se apoderará de ellos actuando bajo la dictadura del propio yo y sus apetencias.  Los adultos deben asumir el lugar que les corresponden, mostrando desde el amor responsable una posición clara y firme ante sus hijos. Cuando esto no es así, la combinación de este hecho con otros factores, puede provocar la desnaturalización del vínculo, la violencia en manos de los hijos el terror y el desespero en los padres.

Los padres deben saber decir NO. Deben educar a sus hijos en valores. Enseñarles  a diferenciar  lo que está bien de lo que está mal. Optar por el bien y rechazar el mal.  Darles a conocer no sólo sus derechos, también sus deberes.  Ayudarles a llenar su mochila de habilidades sociales para que puedan afrontar  con éxito las dificultades que les plantee la vida: resistencia a la frustración, hacer frente a  la hostilidad, recibir críticas, ponerse en el punto de vista del otro,  formular quejas, pedir ayuda…

Ayudemos a nuestros hijos para que ejerciendo autodominio sean dueños de sí mismos y no sean hijos sometidos a su propia tiranía.

 

 

Grupo Areópago