Hijos tiranos

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Se ha constatado en los últimos años un aumento progresivo de los casos de violencia de hijos adolescentes y  jóvenes hacia sus padres. En 2004 se registraron 5000 denuncias de padres a sus hijos; en 2012, la cifra fue mucho mayor: 9.000 denuncias. Hace unos meses la Unión de Asociaciones Familiares denunció  el «fenómeno creciente» de la violencia filio-parental, al multiplicarse por cuatro las denuncias por esta causa en los últimos cinco años en España.

Cabría preguntarse qué está pasando y cuáles pueden ser las causas de este fenómeno.

La relación de un niño con sus padres va a ser vital para la creación de su propia identidad.  En el establecimiento de esta relación los primeros años de vida van a ser fundamentales. El vínculo que se establece entre madre, padre e hijo determinará su personalidad y cómo se relacionará con el entorno.

Esta relación paterno-filial ha cambiado mucho en los últimos años. El padre/madre autoridad suprema,  que dicta  órdenes y al que su prole les nombra “usted”  ha dejado paso al padre/madre amigo,  más bien colega, que se relaciona con sus hijos como uno más de sus iguales.

Muchos padres y madres  borran diferencias entre ellos y sus hijos pensando que eso crea lazos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Los hijos probaran todo tipo de artimañas con el fin de obtener lo que creen necesitar de sus padres. El relativismo moral se apoderará de ellos actuando bajo la dictadura del propio yo y sus apetencias.  Los adultos deben asumir el lugar que les corresponden, mostrando desde el amor responsable una posición clara y firme ante sus hijos. Cuando esto no es así, la combinación de este hecho con otros factores, puede provocar la desnaturalización del vínculo, la violencia en manos de los hijos el terror y el desespero en los padres.

Los padres deben saber decir NO. Deben educar a sus hijos en valores. Enseñarles  a diferenciar  lo que está bien de lo que está mal. Optar por el bien y rechazar el mal.  Darles a conocer no sólo sus derechos, también sus deberes.  Ayudarles a llenar su mochila de habilidades sociales para que puedan afrontar  con éxito las dificultades que les plantee la vida: resistencia a la frustración, hacer frente a  la hostilidad, recibir críticas, ponerse en el punto de vista del otro,  formular quejas, pedir ayuda…

Ayudemos a nuestros hijos para que ejerciendo autodominio sean dueños de sí mismos y no sean hijos sometidos a su propia tiranía.

 

 

Grupo Areópago

 

Hostias

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El pasado sábado se conocía la noticia de que en una Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Pamplona, gobernado por Bildu, se mostraba, bajo el título “Amén”, una galería de imágenes en la que se detallaba gráficamente cómo se había formado en el suelo la palabra PEDERASTIA con 248 formas consagradas. El autor de la “composición” explicaba durante la presentación de la muestra que había conseguido su “material de trabajo” tras acudir a 248 Misas en Madrid y en Pamplona y acercarse a comulgar para guardarse todas y cada una de ellas sin ser visto.

Más allá del hecho de que esta situación debería hacernos pensar seriamente sobre la forma en que comulgamos los católicos, especialmente a los Sacerdotes y seglares que tienen encomendado el ministerio de distribuir la comunión, resulta evidente que el Derecho debe actuar en consecuencia y con contundencia. La libertad de expresión (difícilmente calificable de artística en un caso así) no es ilimitada. La libertad de pensamiento, conciencia y religión constituye, sin duda, un límite claro a aquélla. Un ordenamiento jurídico, si pretende ser tal, no puede permitir que se hieran impunemente, de forma consciente y premeditada, los sentimientos religiosos de los creyentes. Un Estado democrático, si de verdad quiere hacer honor a este adjetivo, ha de buscar el respeto de todas las ideas y opiniones, poniendo como límite atentar contra quienes piensan diferente. Es justo lo que ha ocurrido en este caso: se invoca la libertad de expresión, considerándola sagrada, para atacar frontalmente lo que, para muchos, es verdaderamente sagrado; se trivializa el sentido y la realidad de aquello que no sólo representa, sino que es: el Cuerpo de Cristo, su presencia real. ¡Son hostias consagradas!

Confiemos en que este hecho, finalmente resuelto en lo concreto gracias a la intervención de un sacerdote, que ha acudido al lugar y ha retirado las formas por sus propios medios, nos sirva a los creyentes para valorar aún más la Eucaristía y a los no creyentes para sensibilizarse ante el dolor que nos provoca ver cómo Dios mismo es pisoteado.

Grupo Areópago

Yihadismo: ¿Religión?

oración

Por D. Juan Manuel Uceta

Doctor en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma. Director del Secretariado de Relaciones Interconfesionales de la Archidiócesis de Toledo

Firma invitada del Grupo Areópago

Al escribir estas líneas ya han transcurrido unos días desde la espantosa noche del 13-Nen París. A través de los medios pudimos vivir prácticamente en directo lo que allí estaba sucediendo. El paso de las horas y de los días han ampliado nuestro conocimiento no sólo de esos hechos horribles, sino también de la más profunda dimensión de ellos, la personal, al llegar hasta nosotros las historias y experiencias de víctimas y supervivientes.

Y es en esa distancia temporal y de la mano de tertulianos y especialistas entrevistados como han ido quedando cada vez más claras las líneas editoriales más o menos concordes que han tratado de forjar un determinado “estado de opinión”.

Me ha llamado poderosamente la atención un detalle: apenas se ha dedicado tiempo a analizar el trasfondo religioso del yihadismo radical y violento —al menos,  yo no he escuchado ni leído nada al respecto—; más aún, se ha tratado de silenciar positivamente dicho trasfondo. Fueron muy significativas las palabras medidas con las que Mariano Rajoy condenaba los atentados y trataba de situar los acontecimientos: “No estamos ante una guerra de religiones, sino ante una lucha entre civilización y barbarie”. De parte de occidente, ciertamente, no se trata de una guerra de religión. Y podemos afirmar esto por la distinción que hacemos entre el ámbito político o social y el ámbito religioso: son distintos, con su “legítima autonomía” — en expresión del Concilio Vaticano II—.

No es así en el caso del Islam. Para un musulmán el Islam lo es todo: lo cultural, lo social, lo político, lo legislativo y, por supuesto, lo que nosotros, occidentales, entendemos por religión. Para poder captar esta clave habría que mirar a los países de mayoría islámica, donde está implantado “el Islam”, es decir, ese todo al que me refería más arriba —y no tanto al “Islam europeo” o el “Islam español”—.

Un musulmán ve occidente desde esta perspectiva: Europa, España, es “el cristianismo”, del mismo modo que lo que ellos han vivido en los países islámicos es “el Islam”. ¿Qué encuentran en ese “cristianismo”? La devaluación, cuando no desaparición, de valores en la que nos vemos inmersos, resultado de la pérdida del sentido de Dios y de la fe en Él. Para ellos —y no les falta razón, en cierto sentido— es una civilización en decadencia, avocada a su desaparición.

Un horizonte así, lejos de invitar al musulmán a la inserción y la asunción de “nuestro estilo de vida”, crea en muchos de ellos —no digo en todos— la repulsa más profunda. Toman de nuestras sociedades algunos de sus logros —por ejemplo, los del ámbito económico y laboral—, pero en el fuero interno se afianzan en su identidad musulmana, esto es, en los valores y principios profundos que les brinda lo religioso islámico y que no encuentran en “el cristianismo” occidental. Considerado así, “la civilización” a la que se refería Mariano Rajoy, es vista, en cierto sentido, como un peligro que amenaza esa identidad.

Esta mirada trasluce también en las amenazas del yihadismo a “la tierra de la cruz” y, más específicamente, al Papa y al Vaticano —como aparece, por ejemplo, en el n. 4 de Dabiq, la revista oficial del ISIS— por lo que éstos últimos tienen de símbolos de esa identificación occidente-cristianismo. En este caso, se añade un punto de referencia más. Es común a los grupos de tendencia radical —no sólo los violentos— la lectura de la Historia en clave de lucha de religiones. Para ellos las Cruzadas, la Reconquista, Lepanto o Viena, el periodo colonial, la caída del Imperio Otomano, las intervenciones militares de EEUU en Afganistán e Irak, por señalaralgunos momentos más significativos, son vistos como otros tantos momentos de la lucha del cristianismo por erradicar el Islam y de humillación de los musulmanes en las victorias “cruzadas”.

No todos los musulmanes son yihadistas, pero los yihadistas son musulmanes” lo que sería lo mismo que decir “no todos los alemanes eran nazis, pero los nazis eran alemanes”. Esta frase, pronunciada estos días por un periodista de fama, centra mucho el asunto tal y como trato de exponer en estas líneas.

Oímos decir a muchos musulmanes que el Islam es una religión de paz y se citan ciertos pasajes del Corán como 2, 256: “No hay coacción en la religión”, o lo que aparece en 5, 32: “prescribimos quequien matara a una persona inocente, fuera como si hubiera matado a toda la Humanidad. Y que quien salvara una vida, fuera como si hubiera salvado las vidas de toda la Humanidad”. Pero junto a estos textos encontramos otros de signo diametralmente opuestos. Sin ir más lejos, en las siguientes aleyas de la cita anterior —5, 33- 34— se lee: “Retribución de quienes hacen la guerra a Dios y a Su Enviado y se dan a corromper en la tierra: serán muertos sin piedad, o crucificados, o amputados de manos y pies opuestos, o desterrados del país. Sufrirán ignominia en la vida de acá y terrible castigo en la otra / Quedan exceptuados quienes se arrepientan antes de caer en vuestras manos”.

Y son citas del Corán también: C 3, 151: “Infundiremos el terror en los corazones de los que no crean”; C 4, 89: “Son creyentes únicamente los que creen en Dios y en Su Enviado, sin abrigar ninguna duda, y combaten por Dios con su hacienda y sus personas”; C 4, 91: “Querrían que, como ellos, no creyerais, para ser iguales que ellos. No hagáis, pues, amigos entre ellos … apoderaos de ellos y matadles donde les encontréis. No aceptéis su amistad ni auxilio”; C 8, 12: “Infundiré el terror en los corazones de quienes no crean. ¡Cortadles el cuello, pegadles en todos los dedos!»”; C 8, 39: “Hallaréis a otros que desean vivir en paz con vosotros y con su propia gente. Siempre que se les invita a la apostasía, caen en ella. Si no se mantienen aparte, si no os ofrecen someterse … apoderaos de ellos y matadles donde deis con ellos. Os hemos dado pleno poder sobre ellos”; C 49, 15: “Combatid contra ellos hasta que dejen de induciros a apostatar y se rinda todo el culto a Dios”; C 46, 32: “Los que no acepten al que llama a Dios (n. b. Mahoma) no podrán escapar en la tierra”; C 47, 4: “Cuando sostengáis, pues, un encuentro con los infieles, descargad los golpes (n. b. de espada) en el cuello hasta someterlos”; C 48, 28- 29: “Él es Quien ha mandado a Su Enviado con la Dirección y con la religión verdadera, para que prevalezca sobre toda otra religión … Muhammad es el Enviado de Dios. Quienes están con él son severos con los infieles”.

¿Cómo se toman estos textos? Hay dos claves en la lectura del Corán por parte de los grupos de tendencia radical entre los que se encuentran algunos de los de mayor influencia en Occidente, como los Hermanos Musulmanes o el Salafismo Saudí. La primera es una lectura literal —no alegórica— de los pasajes. La segunda es la llamada “ley de la abrogación” —ver C 2, 106; 16, 101; 87, 7—, según la cual si hay contenidos contradictorios —en este caso paz/ violencia— ha de seguirse lo último que haya revelado Alah, quedando anulado el contenido de las aleyas primeras que,  aunque permanecen en el Corán, serían frases sin valor. Las citas del tenor antes expuestas se ubican en la última parte de las revelaciones recibidas por Mahoma y prevalecen sobre las demás.

Las siguientes líneas no las formulo desde una actitud de desconfianza hacia la sinceridad de las manifestaciones de musulmanes de bien que hemos podido escuchar estos días, sino como forma de indicar un posible camino de solución. Al formular la condena y rechazo de los atentados habría que plantearse una pregunta: “¿porqué?” O, lo que es lo mismo: “¿qué razones pueden darse a un yihadista para decirle que está equivocado?”.

El Islam se caracteriza por una actitud fideísta: Dios ha mandado y el hombre tiene que obedecer, someterse. Si en esa obediencia es posible integrar la razón, entonces se hará, pero si surgen discrepancias, entonces la razón ha de dejarse a un lado, pues no puede ponerse por encima del mandato de Dios.

Volviendo sobre nuestro tema, si Dios ha mandado “sembrar el terror”, ¿porqué lo que hace un yihadista está mal?; si Dios ha mandado degollar a los que se resistan a la fe ¿porqué lo que se está haciendo en Siria por parte de ISIS no se puede aceptar?…

La respuesta del musulmán que siente verdaderamente la repulsa a la violencia será la de una opción subjetiva, basada en otras aleyas, pero deja al descubierto el problema objetivo de ciertos contenidos del Corán y la necesidad de afrontar —por parte de los musulmanes— la tarea de purificar la religión de aquello que es contrario a su naturaleza, desde una razón que busca la verdad.

Ciertamente, no es la única vía de solución, pero, si no se aborda ésta, a nuestro entender, no habrá metanoia (el “cambio de mente” del que hablaba san Pablo en Rom 12, 2), y simplemente se habrá sofocado esta manifestación concreta de una tendencia religiosa desviada, extrema, pero volverá a surgir, tal vez con más fuerza, alimentada por el sentimiento de humillación y el deseo de venganza de lo que en este momento se está haciendo contra ella.

 

 

La fuerza del amor

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De nuevo miles de personas se han reunido en Madrid para manifestar el rechazo a la violencia machista. Son ya tantas las veces y tantas las personas que convocadas por la empatía han dicho no a la violencia del machismo, del terrorismo, del acoso, de la muerte de los inocentes en el seno materno… Es una necesidad personal y colectiva. Cuando no se vislumbra el cese de la violencia del tipo que sea, es necesario alzar la voz a coro para decir con claridad que estamos ahogados, que necesitamos y suplicamos que se acabe tanto dolor provocado por el violento.

Y los que están al frente de la sociedad para defender sus derechos fundamentales intentan escuchar (en el caso del aborto, no tanto) la voz quebrada y dolorida de los que sienten como suyo el dolor de las víctimas y, por eso, promueven iniciativas legales, teléfonos de ayuda, tribunales con especiales competencias… y, sin embargo, en la profundidad del corazón anida la sangrante sospecha de que dentro de poco volveremos a salir a la calle porque el dique de contención no ha podido con el tsunami de la violencia. ¿Quién podrá frenar la crecida de las aguas caudalosas?

Toda iniciativa es bienvenida, pero hasta ahora las instauradas no se han manifestado totalmente eficaces… Quizá convenga añadir a las que hay una nueva, audaz, quizá surrealista o absurda para algunos… pero ¿y si funciona? Todo atentado contra la vida de los demás nace de la existencia de una violencia fratricida en el corazón del hombre que empuja a aniquilar incluso a lo más amado: un hermano, un hijo, una novia, una esposa… Nada externo puede cambiar ese corazón; puede aminorar su virulencia o frenar por miedo su ira, pero no cambiarlo. Sólo una fuerza interior puede convertir la violencia del corazón en un amor que no mata, sino que da la vida por quien se ama y esa fuerza es Dios. Dios metido en el corazón. No perdemos nada por intentarlo…

 

Grupo Areópago

 

La Fe como bien común

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El principal partido de la oposición acaba de hacer pública su propuesta de reforma de la Constitución Española, bajo el título “Por un nuevo pacto de convivencia”. Sobre la base de la necesidad de implicar a las nuevas generaciones en la definición del pacto y de adecuar el texto a las transformaciones experimentadas por nuestra sociedad desde 1978, en ella se contienen diferentes propuestas sobre temas muy variados: organización territorial del Estado, derechos sociales, calidad democrática o relaciones exteriores. En el epígrafe relativo a derechos y libertades, plantea consolidar el principio de laicidad, incluyendo el sometimiento de los representantes públicos al principio de neutralidad religiosa en sus actuaciones. En declaraciones a los medios, desde distintos ámbitos, se ha concretado esta línea de reforma en la eliminación de la mención en nuestro texto constitucional a la Iglesia Católica, la supresión de la religión en la escuela o la prohibición de símbolos religiosos en los espacios públicos.

A nivel individual, la libertad de pensamiento, conciencia y religión conlleva no sólo el derecho a adoptar las creencias que uno considere más adecuadas, sino también la facultad de manifestarlas públicamente. A nivel colectivo, nuestro modelo de civilización se explica en gran parte por el papel que ha jugado a lo largo de la Historia la religión cristiana. Una sociedad como la española no se entiende sin ese componente religioso –que sigue presente y muy vivo en manifestaciones culturales e ideológicas, pero también en expresiones públicas de la fe–. Prescindir de todo ello es, sencillamente, excluir a una parte relevante de españoles del nuevo pacto de convivencia que se pretende forjar. Y, peor aún, implica dejar de lado una forma de entender el ser humano y el mundo que puede ayudar eficazmente a la resolución de los problemas que se nos plantean como comunidad.

La laicidad no consiste en la reducción de la fe al ámbito de lo privado; implica ser verdaderamente neutral ante la religión, permitiendo que ésta tenga su espacio cuando los individuos así lo quieren, personal y comunitariamente. La separación Iglesia-Estado no se rompe únicamente cuando desde el Estado unas determinadas creencias son colectivizadas por imposición, sino también cuando desde el Estado se excluye toda libertad de manifestar públicamente la fe y de tratar de influir, desde el diálogo y el debate, en la toma de decisiones públicas.

Como señala el Papa Francisco en Lumen Fidei, la fe es luz y, como tal, ilumina la vida en sociedad. Definitivamente, la fe es un bien común.

Grupo Areópago

 

Populismos

populismos

“La codicia, los sobornos y el fraude devoran a un Estado desde el interior. La corrupción no es un mal moral solo, sino una amenaza práctica que desalienta a la ciudadanía, y en el peor de los casos, la hace presa de la cólera y la incita a la rebelión”. Estas palabras que nos presta Marco Tulio Cicerón  pueden ayudar para hacer una lectura reflexiva desde la historia y desde la ética sobre uno de los fenómenos que en los últimos tiempos se ha instalado en  las ideas y la praxis política de nuestro país: el populismo.

Su aparición y crecimiento rápido coincide y es consecuencia de la grave crisis económica, política e institucional que nos está afectando. El aumento vertiginoso del paro y sus graves secuelas, los desahucios, los recortes en áreas muy importantes del estado de bienestar, unido a los innumerables casos de corrupción política y el deterioro de muchas instituciones han calado de forma traumática y crítica en amplias capas de nuestra sociedad. El movimiento asambleario de los “indignados” –acogido con gran entusiasmo por muchos-, matriz de los numerosos grupos organizados que han surgido después, y los nacionalismos excluyentes, son genuinos representantes de este fenómeno sociopolítico.

Una primera reflexión nos lleva a poner nuestra mirada valorativa sobre el cuestionamiento que realizan de nuestro sistema constitucional abogando por su ruptura. La Historia nos advierte del peligro que supone para nuestra convivencia social y política el derrumbar lo que ha costado tanto construir, movidos por posturas radicales propiciadas por el resentimiento o la emocionalidad irreflexiva, o la deconstrucción sociopolítica de la realidad. “En tiempos de tribulación no hacer mudanza”, nos advierte la sabiduría del santo.

Pero también la razón histórica nos pone en guardia sobre determinados movimientos demagógicos que dicen asumir la defensa del pueblo, pero no admiten el legítimo pluralismo político y de opinión de los que no están de acuerdo con ellos; dicen querer terminar con las castas pero actúan de forma absoluta desde sus mismas élites y se convierten en castas mucho más cerradas; se presentan como representantes de la voluntad popular pero en realidad la utilizan de forma paternalista o sin contar con ella. En ellos es muy frecuente la agresividad en sus manifestaciones y la incitación al odio y el miedo.

Sin duda, otra forma de democracia es posible, pero los populismos no nos marcan la ruta adecuada

 Grupo Areópago

 

Sentido religioso, escuela e ignorancia supersticiosa

enseñanza religiosa

España es uno de los pocos países donde la aversión al hecho religioso es utilizada como instrumento ideológico para la conquista de votos.

La propuesta de excluir de los currículos escolares la enseñanza religiosa solo se comprende desde la demagogia puesto que la enseñanza de la religión (católica, evangélica, judía e islámica) está garantizada como un derecho por los diversos acuerdos que el Estado español tiene firmados tanto con la Iglesia Católica (que tienen naturaleza jurídica de tratados internacionales) como con las Federaciones de entidades evangélicas, judías y musulmanas. Se garantiza el derecho a recibirla, pero en ningún caso es obligatoria (Lourdes Ruano).

Esto significa que tal propuesta no va dirigida a personas ilustradas que compartan esta visión estatalista de la educación –y con las que un debate, sin duda, resultaría fructífero– sino a un sector radicalizado y poco ilustrado dispuesto a creerse esta proclama por ceguera visceral.

La mayoría de los países europeos, respetando la identidad de sus ciudadanos, incluyen la religión en el sistema educativo. Incluso la laicista Francia intentó incorporar el estudio del «hecho religioso» con carácter obligatorio antes de que François Hollande llegara al poder. Pero España es un país que no ha superado la dialéctica de la confrontación: lo importante no es levantar un país, lograr una constitución por consenso o mejorar el sistema educativo, por poner unos ejemplos. Lo importante, parece ser, es independizarse por pura confrontación con un Estado que se siente ajeno, aniquilar todas las medidas del gobierno anterior, o utilizar las reformas educativas para atacar al contrincante político.

La torpeza de esta forma de entender la política radica en que se sustenta no en la creatividad que busca el bien común por medio del diálogo sino en la confrontación y aniquilación del adversario.

Algo parecido ocurre con la enseñanza religiosa. La propuesta de una educación que no respete el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones religiosas solo parece un banderín de enganche para los renegados de lo religioso. No para ateos o agnósticos ilustrados conocedores de que tal proclama incumple varios acuerdos internacionales, por ejemplo: “el Estado, en el ejercicio de las funciones que asuma en el campo de la educación y de la enseñanza, respetará el derecho de los padres a asegurar esta educación y esta enseñanza conforme a sus convicciones religiosas y filosóficas» (Convenio Europeo de Derechos Humanos).

Por ello, la incorporación de esta propuesta no parece tener otro asidero que la ignorancia supersticiosa y el resentimiento hacia lo religioso (el resentimiento es el odio surgido de la impotencia, Max Scheler). Un resentimiento que puede haber surgido de la impotencia de haber resuelto en falso el problema religioso: muchos de los que vociferan contra la religión lo hacen desde una concepción infantil de la misma, como si sus convicciones en este terreno se hubieran quedado estancadas en las crisis de la adolescencia. Y por eso es un resentimiento que se escuda cínicamente en el escándalo del comportamiento de cristianos incoherentes: lo mismo en la España franquista cuando la sociedad era cristiana por decreto, que en la actualidad cuando la excepción monstruosa de un sacerdote pervertido, se hace regla. Sin reparar, claro está, en que esa misma identidad cristiana era perseguida en países como Polonia donde el catolicismo fue capaz de reventar los cimientos de la dictadura opresora, desde la solidaridad (Solidarnosc) –¡No desde el resentimiento!-.

Y este resentimiento comparte camino con la ignorancia supersticiosa porque muchas de las críticas planteadas a la religión se llevan a cabo desde la temeridad del ignorante que banaliza la profundidad de un san Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Edith Stein, von Balthasar y tantos grandes genios que han iluminado a la Humanidad desde su experiencia cristiana. Pienso que Nietzsche –un filósofo experto en teología y ateo rabiosamente inteligente– habría vomitado semejantes sucedáneos pueriles de ateísmo.

 

Fernando López Luengos

Doctor en Filosofía

Dorothy Day

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El Papa Francisco en su reciente viaje a Estados Unidos motivó su histórico discurso al Congreso desde la referencia a cuatro ciudadanos que “con su vida plasmaron valores fundantes que viven para siempre en el alma de todo el pueblo”. Entre ellos se encontraba Dorothy Day, fundadora del Movimiento del trabajador católico. Dijo el Papa: “Su activismo social, su pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos.”

Tal vez a muchos nos haya llamado la atención esta mención específica del Papa para una mujer, que es seguramente una gran desconocida en nuestros ambientes. No extraña nada, sin embargo, el recuerdo como memoria hermenéutica para la realidad actual que la dedica el Papa, conociendo su sensibilidad por lo social y sus signos y  mensajes a favor de la dignidad del hombre y la defensa de los más desfavorecidos.

Dorothy Day, después de una profunda crisis personal en su juventud, descubre y experimenta su vocación y pasión por la causa de los pobres en un mundo injusto y desigual, y lo traduce en compromiso social y político. Y es ahí, en el compromiso sociopolítico, donde se encuentra con Dios. Nos dejó esta sabrosa perla: “Una de las experiencias más desconcertantes de la vida espiritual es que Dios te toma la palabra”.

Pese a que la fe religiosa era considerada en sus ambientes activistas como “opio del pueblo”, ella nunca ocultó desde su conversión que el Evangelio era Buena Noticia para los pobres. No es lo mismo defender a las personas marginadas desde lejos que compartir con ellas su vida y su dolor. La institución que fundó, Catholic Worker, fue y sigue siendo casa de misericordia  para muchas personas marginadas. Su atención asistencial no la lleva, sin embargo, a renunciar a su compromiso sociopolítico para cambiar las estructuras económicas injustas; y siempre, desde un pacifismo radical. Rechazó la religiosidad individualista y se identificó con una Fe profética que no pacta con el poder.

Mujer de convicciones recias que no se dejó atrapar por el feminismo radical que se iba imponiendo, defendió el rol maternal de la mujer al mismo tiempo que su dignidad y su igualdad, y se escandalizó de la llamada “revolución sexual” que en aquellos tiempos comenzaba a difundirse por los ambientes juveniles.

Dorothy Day es todo un signo referencial de presencia cristiana-católica sociopolítica en el mundo actual.

Grupo Areópago

 

Mirko y Jesús son amantes

Jesús y los niños. Dibujo de Fano

La primera vez que los vi iban delante de mí. Eran los únicos que iban cogidos de la mano. Se dirigían con paso tranquilo desde el dormitorio hacia el comedor. La escena me pareció tan bonita y tan conmovedora que me adelanté para verles la cara y fue increíble lo que descubrí. Mirko tiene 6 años y tiene un síndrome de Down. Jesús es ciego y sordo, así que ni ve, ni oye ni habla.

Mirko se ocupa de Jesús. Lo cuida continuamente. Lo despierta, lo asea, lo viste, lo acompaña al comedor, le pone la silla, le da el desayuno, lo acompaña al autobús del colegio…y así todo el día. Y así todos los días.

Mirko y Jesús se aman. Han descubierto el sentido de su vida. Han descubierto el amor. Y lo practican continuamente, cada minuto, cada instante.

El núcleo esencial de la persona hay que buscarlo en el amor. La esencia de la naturaleza humana es como una especie de núcleo predispuesto para un principio dialógico, agápico, en el que el amante sólo está pendiente de forma incondicional y libre del crecimiento del amado. El hombre tiene necesidad de amar y ser amado.

Así es como viven continuamente Mirko y Jesús. Su vida tiene sentido por el amor. Un niño con síndrome de Down y un niño ciego y sordo, han descubierto la dimensión agápica del amor. El amor como ágape, no como filia ni como eros.

Estos dos niños son amantes y maestros de la dimensión más elevada del amor con su testimonio libre y perseverante.

El trastorno intelectual de Mirko y los trastornos sensoriales de Jesús no les impiden amar y tener una vida en plenitud. Su testimonio tiene un valor incalculable. Son maestros de amor.

Gracias Mirko. Gracias Jesús.

 

Ricardo Abengózar Muela

*Artículo fruto de la experiencia misionera del autor, junto a su familia, este verano, en Perú.

La escuela, con mayúsculas

escuela

 

 

 

No cabe la menor duda de que la Escuela preocupa en nuestro país, pero está por ver que sea motivo de ocupación para una sociedad en la que el tener ha ganado el pulso al ser. Vivimos tiempos líquidos en lo social, con palabras de Bauman, que no ayudan a la reflexión sosegada y profunda; y muy ideologizados en lo político, lo que dificulta el diálogo y el consenso en torno a ella.

El mundo escolar viene dejando en los últimos tiempos motivos sobrados para esta preocupación. A las altas tasas de fracaso escolar confirmadas por los datos de los sucesivos informes PISA y por la triste realidad de los hechos, hay que unir las noticias sobre violencia que han recorrido el mundo de la comunicación en el curso escolar que ha terminado. Noticias que han sido rápidamente olvidadas por los debates en torno a los aciertos y desaciertos de la llamada “Ley Wert”, pero que no pueden ocultar la situación crítica de convivencia que se vive en muchos centros escolares.

Desde hace bastantes décadas conviven enfrentadas en nuestro país diversas formas de entender la escuela, su función y finalidades. Al siempre trascendental debate de Escuela como “motor de cambio social” o como “reproductora del modelo social vigente”, se le han ido uniendo otros aspectos no menos trascendentales: ¿debe educar en valores o deberá alejarse de ellos por miedo a una ideologización de los mismos y solo dedicarse a instruir? ¿Dónde situamos la educación ética y moral? ¿En la transversalidad o en una asignatura específica?.

¡Qué difícil nos está resultando realizar la síntesis, si además sumamos la incidencia que tienen sobre la tarea educativa los profundos cambios sociales de los últimos tiempos! No somos capaces de caer en la cuenta de que la Escuela no es nada de eso en particular, pero tiene bastante de todo ello. ¿Podría entenderse –como dice J. L. Corzo– que “la raíz de toda esta lucha escolar esté en que unos y otros pretenden la clonación de niños. Algo inmoral si no fuera imposible”?

Urge un diálogo social y político que haga posible un consenso legislativo sobre la Escuela. La grave crisis en que vive sumida nos lo exige por el bien de nuestros niños y jóvenes y el futuro de nuestra sociedad.

Grupo AREÓPAGO